martes, 7 de octubre de 2014

Mi amigo Nervión

Llega Nervión (muchos ya le conocéis por su facebook), y con su hocico me toca en el brazo como diciéndome, aquí estoy. Rodea mi silla, pisotea en redondo el suelo y se tumba poco a poco a mi lado.
Nervión es mi perro, aquel perro que un día me cabreé porque llegaba a casa, y en casa había poco sitio para tener un animal.
Pero ya no había vuelta atrás y, a la vez que me enfadaba, decía que de casa ya no salía. En mi casa no entra un perro para después echarlo.
Y se tenía que llamar Nervión, eso sí. Y sí, quizá, porque necesitaba pronunciar su nombre y que la fuerza que inspira, y que tiene porque está fuerte de narices, me llenase, porque sabía que me iba a hacer falta… (Y porque todos en casa, siempre, hemos sido, somos y procuraremos ser siempre sevillistas).
Aquí está, ahí detrás mío sigue, relamiéndose las patas. Mirando de vez en cuando para arriba a ver si me muevo, si decido levantarme para venirse detrás a donde quiera que me dirija de la casa.  
Y si me tengo que ir por mi trabajo, ya sabe qué hacer: cambiar de habitación y estar pendiente de su dueña, de quien le trajo a casa y hoy de nuevo, otra vez más, está aguantando el insoportable tirón de esa p*** enfermedad que quita las ganas hasta de respirar a ella y a mí.
Y él, mientras, centinela, fiel, enfermero si pudiera, y la mejor compañía en estas rachas que van y vienen como si fueran imprescindibles.

Hubo quien me pidió que me deshiciera de él, que lo dejase por ahí, porque crecería como ha crecido... Pero Nervión (como su propio nombre indica) no deja tirados a los suyos…, y yo que soy nervionense…
En fin, aquí seguimos los tres, ella, Nervión y yo.
Quien desee venir a casa ya sabe cuántos somos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog

Loterias y Quiniela