lunes, 9 de noviembre de 2009

Cuando la épica nace en las gradas

Había caido Marcelino en la segunda jornada. Lo mismo le ocurrió en la cuarta a Manzano en su visita al Sanchez Pizjuán. Y la noche del domingo fue testigo de cómo otro de los futuribles de pasado para el banquillo sevillista, Ernesto Valverde, caía también a manos de su actual y para mucho tiempo, según parece y a algunos desespera, ocupante Manolo Jiménez.
3 de 3, y quién nos puso en Champions League volvió a enganchar al público con los cambios y los retoques técnicos y secretos realizados durante el descanso, al menos así lo comentó en la rueda de prensa posterior al encuentro.
Y la afición volvío a tomar el centro del campo y las bandas; el sevillismo hizo suya la delantera y se aferró a su defensa. El domingo el SFC volvió a ser ese todo que comienza en la grada y se prolonga en el terreno de juego. Cuando eso sucede no hay sistema defensivo ni portero que no terminen sucumbiendo a la artillera que percute en el campo en esa bala en la que se convierte nuestro equipo. Y la bala lo atraviesa todo...
El domingo sucedió de nuevo. Y a eso le llaman épica, una épica que se traduce en la confusión que se produce y que culmina haciendo indiferenciable dónde termina la grada y dónde comienza el equipo.
Son las cosas de un Sevilla Fútbol Club que se camufla en sí mismo, que se pierde en la afición y pone sobre el campo a cuarenta mil. Demasiados para los once que se pongan enfrente.

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