miércoles, 9 de febrero de 2011

El placer de un ABC de Sevilla

Anduve ayer por Sevilla. Allá por donde Sevilla se llama ... Triana. Caminé del Altozano a Pages del Corro y cruce por la nueva peatonalizada S. Jacinto (¡quién ha sido el hortera que le ha puesto esa luz azul por en medio de la calle!).
Hice lo que tenía que hacer y volví sobre mis pasos. Pero me paré. Me tenía que parar. Demasiado tiempo sin pisar Sevilla y encima respirando Triana, era para pararse... para pararse y quedarse. Pero no podía ser y me limité a, junto a mi esposa, a entrar en una de las cervecerías que hay cerquita de donde vive La Estrella, y allí me tome una Cruzcampo (bueno dos, para ser exacto), que eso sí que es  Agua de Sevilla, y no las colonias que nos vende no sé ya ni quién, ni puñetera falta que hace.
Y allí, justo allí, a mi ladito, sobre la barra del bar, como esperando que yo llegara, un ejemplar del ABC de Sevilla pareció que me estrechaba la mano.
Y lo cogi, ¡vaya si lo cogí!
No sé ni que decía, pero me daba igual. Yo que  he leido el ABC de Sevilla en Madrid o en Málaga, veía que no era lo mismo.
Y no es lo mismo, porque el ABC de Sevilla hay que leerlo en Sevilla. Porque por muy de Sevilla que sea, no es lo mismo leer lo mismo en cualquier parte que en Sevilla o su provincia.
Se podra estar o dejar de estar de acuerdo con su línea editorial; con quienes están o quienes no están y deberían de estarlo. Pero es que el ABC de Sevilla, si no lo lees en Sevilla, es como si a una abuela le dices que se confiese con un cura que ha llegado nuevo, estando el de siempre presente, imposible.
A mí, evidentemente, como sevillista, lo que más me gusta del ABC del Sevilla es la sección de deportes y, dentro de ella, lo que digan de mi Sevilla Fútbol Club, es lo que he vivido desde niño. Porque, para mí, ABC de Sevilla, pero de Sevilla (que me dejen de tonterías), es como cualquier estancia de mi casa: parte de mi vida, un verdadero placer.

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